viernes, 18 de marzo de 2011

La rana y el "fuego"



Raúl San Miguel

Foto: Tomada de la Internet

“No me lancen al agua que me quemo…” (de un cuento infantil)

Qué “las fuerzas armadas no tienen el personal capacitado ni la jurisdicción legal para responder a ataques cibernéticos contra Estados Unidos o sus aliados y una crisis de este tipo podría debilitar sus recursos con rapidez”, es una falacia difícil de creer, aunque el reporte periodístico acusa las palabras del comandante a cargo del área o Comando para el Ciberespacio que posee su propio escudo de armas y todos los atributos militares garantizados por el gobierno de los Estados Unidos y sus fuerzas armadas (Pentágono).

Sin embargo así lo expresó el general Keith Alexander, jefe del Comando Cibernético del Departamento de Defensa, en una comparecencia ante el Congreso que calificaría con una nota baja la capacidad de las fuerzas armadas de proteger las redes del Pentágono. Sin embargo, aclaró que la situación está mucho mejor que hace algunos años y sigue mejorando. ¿A qué se refiere, entonces, el señor Keith? Supongo, y no lejos de la razón, que necesita más dinero. Se supone que su jefatura sea considerada como el resumen futurista de las tres armas (tradicionales) juntas: la marina, la avión, las tropas terrestres, todas con sus variantes múltiples incluidas.

Dinero. Un multimillonario negocio en el cual se puede invertir y ganar sin exponer las vidas de los soldados. Un ejército capaz de causar graves daños en los países atacados con el mínimo de riesgos y bajas. Prácticamente ninguna, pero sobre todo el mantener en filas a soldados profesionalmente capacitados para conducir los ataques.

Mucho más, llamar la atención de los consorcios fabricantes de estas armas cibernéticas que incluyen la robótica, todo un personal en condiciones de realizar la guerra del futuro: destruir la capacidad de respuesta del “enemigo”, erradicar sus posibilidades de repliegue y llevar a cero su estructura administrativa no solo desde el punto de vista defensivo, sino como estado desprovisto de la red necesaria de comunicaciones.

Entonces agrega, la pincelada satírica: “No estamos preparados para defendernos (de un ciberataque)” ¿Quién atacaría de esta forma a los Estados Unidos? Una pregunta más. No obstante, la respuesta del general jefe del Comando Ciberespacial de Estados Unidos es obvia:

“Estamos comprobando que no tenemos la capacidad de hacer todo lo que necesitamos lograr. Para ponerlo en términos directos, estamos muy exigidos y una crisis aumentaría rápidamente la tensión en nuestras fuerzas cibernéticas”, dijo y agregó: “No podemos darnos el lujo de permitir que el ciberespacio sea una zona libre donde los rivales reales y potenciales puedan agrupar sus fuerzas y capacidades para usarlas contra nosotros y nuestros aliados. Este no es un peligro hipotético”.

En eso tiene la razón. No se trata de un peligro hipotético. Los Estados Unidos han creado un peligro real con llevar al ciberespacio plataformas de ataque. Incluso con la creación de este Comando Ciberespacial. Es dinero lo que reclama el general. Es más apoyo para reforzar sus redes con el pretexto de que “son atacadas y sondeadas millones de veces al día y que los piratas cibernéticos, terroristas y espías de otros países son cada vez más hábiles para penetrar los sistemas privados y del gobierno para robar datos importantes o afectar infraestructuras esenciales como el sistema eléctrico”. Sin dudas el general Alexander quiere probar la efectividad de sus armas. De hecho ha planteado la presencia del enemigo como algo tangible, cercano, inmediato.

Por supuesto, el severo panorama pintado por Alexander también se reflejó más temprano en declaraciones de funcionarios de Seguridad Nacional y analistas:
“Lo que sea que estamos haciendo, no está funcionando”, dijo James Lewis, experto en ciberseguridad del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. “Necesitamos repensar nuestro abordaje”, agregó. “No estamos preparados para defendernos (de un ciberataque)”. Estas palabras me recuerdan a muchas de las expresadas después del criminal ataque contra el World Trade Center, que diera inicio a la gran ofensiva imperial por ocupar los territorios del Oriente Medio (Iraq) y parte de Asia (Afganistán).

Sin embaro, el subsecretario de Seguridad Nacional Phil Reitinger respondió al pedido de una forma clara. Dijo, ante una comisión de la Cámara de Representantes, que la parálisis presupuestaria actual resultará en recortes de fondos y perjudicará la iniciativa de instalar un avanzado programa, el Einstein 3, en todas las redes del gobierno federal.

Espero que, dentro de unos días, se pronuncie el presidente Barack Obama. La guerra en el ciberespacio requiere, para dominar el mundo, que sean neutralizados todas las infraestructuras de redes de informática y comunicaciones en cualquier lugar del mundo que no responda a los intereses de los Estados Unidos.





Para que se tenga una idea expongo el fragmento de este artículo publicado en: Air & Space Power Journal 1 de abril de 2009, por el General de División (USAF) William T. Lord, del Comando Ciberespacial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. El título es una invitación a la guerra. El fragmento es explícito:

"Volar y Luchar en el Ciberespacio"


"Proteger nuestras capacidades cibernéticas a la vez que enfrentamos e interrumpimos las capacidades de nuestros opositores se está convirtiendo en el núcleo de la guerra moderna..."

—Michael W. Wynne

"SOMOS UNA NACIÓN en guerra. Nuestras fuerzas armadas están involucradas en una lucha contra grupos e individuos que siguen una ideología que tiene entre sus principios fundamentales una hostilidad hacia nuestro pueblo, nuestras creencias y nuestros valores.

Los caballeros del aire, los soldados, marineros, infantes de marina y representantes de nuestro gobierno que participan en esta lucha amarga surgirán con perspectivas moldeadas por sus experiencias en combate en contra de extremistas que emplean el terror como su arma principal para lograr sus objetivos. Y también estamos en guerra en el ciberespacio—un dominio relativamente nuevo que, al igual que el aire y el espacio, abarca aspectos militares, civiles, económicos, y especialmente de información, de nuestros intereses nacionales.

Ya hemos sido testigos y hemos experimentado incursiones hostiles en el ciberespacio. Nada muestra más la naturaleza en disputa del ciberespacio que como se emplearon sus capacidades para apoyar ataques físicos a nuestras infraestructuras gubernamentales y financieras el 11-S (comúnmente denominados como la 9/11 en el mundo anglosajón y el 11-S en España y Latinoamérica). Comunicaciones codificadas y teléfonos celulares se emplearon para los primeros ataques a las Torres Gemelas en el 1993. Ayudados por simuladores de vuelo basados en computadoras, los piratas aéreos se adiestraron, planificaron y financiaron un ataque más exitoso. Los ataques a las Torres Gemelas en New York tenían, como segundo objetivo, la degradación catastrófica de la información financiera de la cual depende un gran segmento de la economía de Estados Unidos.1 Hasta el 11-S, actores no estatales tales como Al-Qaeda no eran considerados una amenaza a nuestra supervivencia nacional. Pero el alcance, ocultación, financiamiento y flexibilidad que adquirieron en el ciberespacio les permitió planificar y ejecutar ataques en nuestra patria que hasta hace unos pocos años eran considerados prácticamente imposibles".




En lo próximos días abundaré sobre el tema.

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