lunes, 9 de junio de 2014

La dama de la muñeca




“Los libros van siendo el único lugar de la casa 
donde todavía se puede estar tranquilo”. 
Julio Cortázar, (Centenario).



Sostenía la enorme muñeca de trapo sobre sus piernas. Los ojos, del color de la lluvia en verano, retenían la intacta juventud que ya no se observaba en el resto de su cuerpo, excepto la enigmática sonrisa reflejada de su boca al dibujo de otra, similar, en el juguete. Crucé despacio frente a la mujer y un alud de recuerdos me sumergió en la infancia llena de colores, papalotes y el bullicio incomparable de los domingos, poco antes de lanzarnos con los primeros rayos del sol, en medio de una algarabía que se extendía hasta el regreso con la piel bronceada por el salitre en la playa.
La muñequilla se le parecía bastante, solo que los cabellos rubios ahora exhibían el color níveo y brillante de la nueva edad y dentro… ¡¿Qué tendría dentro…?! Tal vez, los recortes de la tela sobrante de otros polichinelas y no sé por qué sentí el ruido de las tijeras de mi madre y luego el acompasado murmullo metálico de su máquina de coser, bordeando y cruzando entre sus manos, con una aguja que latía verticalmente alimentada por el hilo enrollado en el huso debajo de la platina, mientras sus pies (acompasados) impulsaban todo el mecanismo desde la rueda grande hasta la más pequeña, alimentada por su mano, en cada pausa.
Me preguntaba qué tenía dentro porque recuerdo haber visto llorar a una vecina cuando su muñeca, importada de China, cayó desde el balcón y corrimos a auxiliarla, pero era tarde: la cara, perfectamente dibujada por algún desconocido artista se había astillado toda y dentro…, dentro no había trapos, sino una pajilla, como si tuviera la sangre del aserrín que brotaba de sus brazos y piernas rotos.
Crucé frente a la anciana, como si el tiempo fuera un espacio diferente en ese momento y toda una vida pudiera verse pasar entre los escasos centímetros de un paso a otro, antes de alejarme sin mirar atrás.

RSM.

A: Julio (Cortázar), 2014.

Óleo de Vicente Bonachea

Foto de Cortázar, tomada de la Internet




 


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