sábado, 13 de septiembre de 2014

Ángel para un final*







“Cuentan que cuando un silencio aparecía entre dos
era que pasaba un ángel que les robaba la voz
y hubo tal silencio el día que nos tocaba olvidar
que de tal suerte, yo todavía, no terminé de callar.” (Ángel para un final, Silvio Rodríguez).



RSM.

Foto de la Internet

A Silvio Rodríguez, quien -desde mi infancia-, canta en los noticieros de Santiago Álvarez, ahora en los barrios, y sigue vivo en los sueños y esperanzas de millones de personas, sobre ese corcel indomable que llamamos tiempo.

Hay días que no se conforman con pasar o completar su breve destino, en su infinito itinerario sobre el tiempo, sino que se detienen, te observan, desandan sobre la piel, se introducen en los poros, viajan a través de la sangre y hurgan en la memoria, despertando los recuerdos.
Hay canciones, que son tan culpables como esos días, y es muy difícil sustraerse a la impenitente sensación de sentirse atrapado, mientras el día socava hondo, duele y amenaza con llevarte aún más lejos… Es el caso de esta jornada de antiguas y de voces negadas al silencio. Y es que, a veces, insisto, a veces somos eso: pasado, y solo el futuro es un privilegio de los sueños.

Desde hace algún tiempo no me ocurría despertar y sentir a mi madre desandando la estancia. No supuse, estoy seguro que era ella y que también el día se había detenido en forma de canción y la voz culpable de Silvio. Sobrio de tristezas, sin ninguna razón para no estar (yo de a) cuerdo; el día adoptó la imagen de un poema que leí del blog Segunda cita, bajo el provocativo título:  Décimas.


Encima trae, este día, no uno, más bien toda una bandada de "gorriones" que se encargaron de tatuar sobre mi piel, las paredes visibles e invisibles de mi entorno; incluso bajo y sobre el techo, cada una de las recién encontradas letras:


Décimas

Yo soy aquel animal
que cuanto descubre nombra,
para que después la sombra
le ponga punto final.
Yo cambio, mas sigo igual;
yo perdono, mas no olvido.
No sé si de agradecido
guarde la mejor virtud,
pero de la ingratitud
amores no he conseguido.

Ilusión y desengaño,
junto con otros demonios,
fueron héroes de episodios
en el cine de mis años.
No es mi intención un regaño
como ratón de colegio,
pero ya no encuentro arpegios
para cantar la esperanza:
Hoy son mi yelmo y mi lanza
fantasmas y sortilegios.

El día que sepa hablar
cuanto he soñado y visto,
y logre decir que existo
por aquello y a pesar;
cuando yo logre cantar
no la brisa de un momento
sino la suma del viento
terso, burlón y terrible,
será día indescriptible
de regocijo y lamento.


12 de septiembre de 2014,

(Tomado del blog Segunda Cita)

Culpable, inocente, agradecido, respondí, más bien conmovido. Discúlpenme los lectores de mi blog, lo hice con cierto sentido de aspereza redimida, buscando matar lo que del día quedara sobre mi pecho, en estos versos deshechos y llenos de gratitud:


Décima para Silvio

No soy yo el punto final
Que al evocarte te nombra
Quién soy yo desde la sombra
Si no pretendo hacer mal.
En tu guitarra es igual;
Sin rencor y con sentido
Escucho en cada sonido
Imágenes de plenitud
Como el llanto de un laúd
En noche de espanto perdido.

Pasión y un extraño olvido
habitan en mis armonios  
Ni el silencio y sus demonios
pueden causarme daños.
Cuando al paso de los años
Entregas un sortilegio
Sin ánimo de sacrilegio
nos abres en lontananza
Una puerta a la esperanza
y llenas tu voz de misterio.

El día que pueda encontrar
Lo soñado y lo previsto
Podré sentir que resisto
La roca que lanza el mar
Y mi pecho sin sangrar
Pleno de brisa y aliento
Llevará mi barca en tiento
contra huracanes sensibles
Sobre las aguas pasibles
Al puerto donde reciento. 

RSM.

13 de Septiembre 2014.

Gracias por regresarme al principio y volver a vivir lo vivido.

*Título de una hermosa canción: Ángel para un final, de Silvio Rodríguez.



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