Kinich
Ahau-Ixchel
La
sombra oscura de un invierno prematuro había caído como un manto lúgubre sobre
aquella porción de la tierra. El suelo crujía en cada pisada y el polvo se
incrustaba en la piel reduciendo todo a cenizas. El río era solo una cuenca
donde otrora cantaban las aguas. Debajo del Ahuacán estaban los sacerdotes Chilames para contar
viejas historias como el mensaje de muerte enviado por los dioses en la
presencia de Anáhuac (cerca del agua), quien había viajado desde el Norte en
busca del amor de una joven llamada Iztmal (rocío del cielo), de cuya
legendaria belleza se comentaba porque hacía germinar la vida en derredor. Según
los chilames, la muchacha solo podría ser desposada por Kinich Ahau, quien
habitaba dentro de la montaña y había sido predestinado para fertilizar con su
luz, para que los hombres labraran la tierra, sembraran la simiente, cosecharan
los frutos, recogieran el agua, pudieran mirarse al rostro y entenderse más
allá de los pensamientos que afloraban a los ojos de los originarios. Kinich
Ahau, era feliz porque podía sentir el perfume nocturno de su amada Ixchel,
quien tejía, en las noches, y con hilos de plata, la finísima lluvia que dejaba
en cada amanecer sobre las plantas y que Kinich Ahau, absorbía, en cada nueva jornada,
para convertirla en lluvia y alimentar el río que bajaba desde la montaña. Pero
Kinich Ahau, también estaba triste porque sabía que habían sido creados desde
que el tiempo y el espacio dejaron de ser solo tinieblas y se vieron por
primera vez bajo el firmamento, pero sabían que jamás podrían juntarse como
esposos y hacer crecer el fruto de su amor en los hijos como ocurría en los
humanos. Fue entonces que hicieron un pacto secreto: en el Norte nacería
Anáhuac y en el Sur, Itzmal. Así, como personas, deberían encontrarse. Pero la
belleza de Itzmal era tal que el cacique de su región la eligió como esposa y
ordenó realizar los preparativos, a pesar del llanto plenilunio de la joven. Kinich Ahau, enfurecido gritó desde las
entrañas de la tierra y las rocas se fundieron y salieron a la superficie
arrasando con ríos de fuego y vientos huracanados. En el aire se extendió el inusual crepúsculo y
Anáhuac experimentó una lóbrega tristeza en su pecho había llegado poco después
que la montaña dejó de rugir y la roca ígnea endurecida mostraba el espectro
calcinado de la aldea de Itzmal y comprendió la terrible muerte de su amada.
Entonces se abrió una herida profunda y extrajo su nacom (corazón) y lo
depositó, tibio aún, bajo la tierra.
Contaban
los Chilames que esa noche Itzmal bajó de Ixchel, desde un puente de hilos de
plata que tejió con sus propias manos y lloró en el lugar donde Anáhuac había
sembrado su corazón. Sus lágrimas hicieron brotar del nacom, convertido en
simiente, una hermosa planta que se extendió vigorosa sobre su tallo sensible,
como la piel de su prometido Anáhuac, y una flor con el rostro de Kinich Ahau.
Afirmaban
los Chilames que, a partir de entonces, la tierra recobró su fértil color,
desde la montaña bajaron las aguas y regresaron los pájaros. En las noches de
plenilunio se podía escuchar sobre el viento los susurros enamorados de Itzmal
y Anáhuac. Al amanecer los girasoles volvían su rostro hacia el naciente y
seguían con la mirada a Kinich Ahau, hasta el ocaso.
Cuentan
que, desde entonces, puede verse sobre el firmamento la llegada temprana de
Ixchel en su plenitud de belleza y vestida con su níveo encaje de novia,
mientras Kinich Ahau, regala áureos colores al ocaso y los girasoles contemplan
ensimismados la escena, antes del último vuelo de los pájaros.
RSM.
Nota:
Este relato, completamente inédito, solo tiene un propósito: responder a la
solicitud de un mandala que encierra, en su belleza, el origen del universo.
Por supuesto, tomé nombres con los cuales nuestros ancestros, en la cultura
Maya, llamaron al Sol y la Luna. También utilicé, como símbolo de fertilidad al
girasol. Cualquier punto de convergencia con otras leyendas es pura lógica.
Todos llevamos en nuestra sangre la memoria de nuestros pueblos originarios. Explicar
el nacimiento del Universo es el punto de partida del por qué existimos. Para
aproximarnos al significado de la Luna y el Sol, eternos enamorados, debemos
tener en cuenta también esa relación indisoluble para la fertilidad de la vida
en la Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario