Raúl
San Miguel
Amanece
en La Habana y la ciudad-hogar despierta en medio del ajetreo de una nueva
jornada que amenaza lluviosa. En las principales
avenidas las filas de ómnibus y autos disputan un espacio para transitar,
mientras –desde las aceras- los que esperan hacen señas para detener un “almendrón”,
esos autos de alquiler cuyo sobrenombre va más allá del diseño en estos
antiguos, sino en toda una filosofía callejera que les identifica…, con los
precios.
Es
precisamente el costo de los pasajes, en estos autos de alquiler por gestión no
estatal, donde se establece la diferencia con el esfuerzo de la Dirección
Provincial de Transporte en La Habana, para garantizar el traslado de más de un
millón de pasajeros diarios a precios subsidiados por el estado y, realmente,
más simbólicos: 40 centavos de un peso. No obstante, algunas rutas, de manera
especial cobran un peso.
Por
supuesto, tales cifras no recienten el bolsillo de la población; sin embargo, las
presiones para mantener el “río revuelto”, por parte de los choferes de
alquiler privados, obliga a tomar medidas dinámicas para impedir que los
precios se disparen contra el bolsillo de sus pasajeros.
Ya se
comienzan a tomar medidas para evitar, que tales mañas, puedan obligar al pago
por tramos, en una ruta donde, por ejemplo, se cobraba 20 pesos, lo hacen de
diez en diez; lo cual puede subir la tarifa a 40 pesos.
En
medio de la pujanza, podemos reflexionar un aspecto común para quienes conducen
estos vehículos y los pasajeros. Me refiero a las garantías de los beneficios que,
de manera equitativa, proporciona el Estado, y del cual son retribuidos en
cuanto a seguridad social, derecho a la canasta básica, servicios de agua,
electricidad, gas, asistencia médica gratuita y educación.
Sin
embargo, ver a muchos de estos choferes exigir de una forma capitalista,
supuestos “derechos” en el mercado del transporte, colocan sus actitudes en el
punto de reflexión popular.
No se
trata de acatar la ley del mercado (capitalista), donde prevalece el más
fuerte, sobre una supuesta relación de oferta y demanda. Se trata de
identificar a quienes pretenden imponer sus fueros, incluso por encima de las
regulaciones vigentes y la evasión del fisco. Me refiero a quienes sueñan, el sueño americano, para controlar la
oferta y la demanda en el transporte, uno de los sectores donde más inciden el
bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos y sus leyes
extraterritoriales contra la Isla.
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