martes, 19 de octubre de 2010

Reality Show en la antesala del infierno

Raúl San Miguel

Fotos: Tomadas de la Internet

Usted puede ver morir, en vivo, a personas que se encuentran a decenas de miles de kilómetros de distancia entre el visor de una cámara, la pantalla de su televisor o el diminuto cuarzo de su celular. Sencillamente puede disfrutar la agonía de los condenados, mientras consume palomillas de maíz para calmar la ansiedad que produce la escena. En realidad no hemos acostumbrado a los Reality show porque ya no se precisa de una transmisión profesional coordinada, sino de las posibilidades de nosotros mismos convertidos en multiplicadores inmediatos de estas infernales noticias.

Escribo y pienso en la espectacularidad causada durante los 69 días que precedieron el rescate de 33 mineros en Chile. Sin embargo, ninguno de los reportes televisivos o para la internet buscaron las causas de la tragedia que aún viven sobre la superficie miles de mineros atrapados por la inseguridad de sus puestos de labor y las pésimas condiciones en las cuales laboran en medio de peligros reales para sus vidas.

En el caso de los mineros chilenos se conoce que solicitaron salir de la mina tres horas antes del derrumbe el pasado 5 de agosto. Argumentaron sus temores debido a que oían fuertes ruidos entre las rocas, pero el personal administrativo negó la autorización, según una denuncia presentada este martes, en las declaraciones del minero Juan Illanes, uno de los 33 rescatados, a la AFP, en presencia de uno de los integrantes de la Comisión investigadora de la Cámara de Diputados sobre el accidente en la mina San José. El derrumbe se produciría tres horas después, a las 2 de la tarde.



La declaración fue corroborada por el minero Jimmy Sánchez, de 19 años, quien relató algo parecido a la prensa local. "La mina estaba sonando y nos dejaron adentro, pero no puedo hablar más de eso", aseguró el más joven de los mineros rescatados. Incluso, otro de sus compañeros, Omar Reygadas cree que el jefe de turno Luis Urzúa o el capataz Florencio Ávalos llamaron al gerente de operaciones de la mina, Carlos Pinilla, para advertirle de los ruidos.

"Sabía muy bien lo que pasaba en la mina, así que no puede negarlo. Hacía varios días que estaba crujiendo", dijo Reygadas a la prensa; alentado por las declaraciones de cuatro o cinco de sus compañeros que están decididos a ratificar esta versión ante la Comisión investigadora del Parlamento, cuya sesión se realizará la primera semana de noviembre.



Lo cierto es que una vez concluida la transmisión en vivo comienzan a emerger verdades que permanecieron sumergidas. José Vilches, diputado, declaró que el yacimiento San José ya presentaba una situación delicada antes del derrumbe, dado que "había ocurrido la caída de muchos planchones (rocas)". Aseguró que "La prueba de eso es el accidente del 3 de julio, donde un minero perdió una pierna", el minero Gino Cortés y por cuyo caso fueron procesados los dueños de la mina, Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny, junto a los gerentes de operaciones Carlos Pinilla y de minas Pedro Simunovic.

Sin embargo, ahora se trata de desmentir las versiones de los protagonistas directos del hecho cuando el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, calificó de "estremecedora" la versión de los mineros, y cuestionó que "si fuera verdad, es inconcebible" que frente a la advertencia "no se hayan tomado las medidas para precaver el accidente".

"Lo importante es que, además de que los tribunales establezcan las sanciones" Chile "aprenda lo que pasó para que esto no vuelva a ocurrir", dijo Hinzpeter. "Ojalá todos los chilenos podamos conocer todos los detalles" del accidente, añadió. Por mi parte, agregaría: La falta de garantías para quienes trabajan en esas condiciones son más profundas que las minas, sus causas no están entre las rocas, sino sobre ellas; en los problemas que debe enfrentar la mayoría de las personas en una sociedad construida sobre las diferencias sociales y una economía privatizada y dependiente de corporaciones y empresas cuyas principales acciones y valores bursátiles se resguardan en los bancos ubicados fuera de estos países pobres y dependientes.

Ahora comienza la segunda parte del show, pero sin el condimento de suspense al cual morbosamente se nos comienza a inducir en cada transmisión televisiva y en el internet. Una segunda parte, más bien apagada, entre los miles de reportes periodísticos y curiosidades hasta que termina por fenecer como un despacho ocasional e imperceptible en algún lugar de la pantalla (como un cintillo en la TV) o en la web. Solo hay que escuchar las declaraciones del ministro de Minería, Laurence Golborne, quien afirmó acerca de la necesidad de "esperar las conclusiones de las investigaciones -judicial, legislativa y administrativa- para efectuar juicios". "Todos estos antecedentes van a ser recopilados, para determinar responsabilidades, culpabilidades y sanciones", dijo.

O sea, el asunto comienza a ser manejado fuera del espectacular operativo multimedia transmitido, en tiempo real, a todo el planeta.
Por supuesto, también comienzan los misterios y la idea de realizar un filme que recrea todas esas horas que fueron publicadas, pero desde la visión de las víctimas directas del derrumbe. El comportamiento, posterior, de los mineros indica la existencia de un pacto de silencio para evitar contar, al menos por ahora, detalles de su supervivencia a más de 600 metros en la profundidad de una mina. Así lo explicaron, en su primer contacto oficial con la prensa, siete de los 33 mineros y lo calificaron como "secreto de estado", para evitar dar detalles sobre su hazaña.

¿Por qué un minero declara que es “secreto de estado” la forma en que lograron sobrevivir a un desastre advertido, por ellos mismos, horas antes de ocurrir?
Las contradicciones se manifiestan entre unos y otros. Por ejemplo, el minero Omar Reygadas, desmintió la existencia de un pacto de silencio acordado antes de subir a la superficie. “No hay nada que esconder, nosotros dentro lo pasamos como compañeros, nunca hicimos algo que nos avergoncemos", dijo. Sin embargo, casi todos ellos rechazaron tajantemente dar declaraciones a la prensa. Incluso la policía tuvo que intervenir para permitir que atravesaran y vieran algo de los remanentes del campamento Esperanza, al pie de la Mina San José, donde ocurrió el accidente el 5 de agosto. No obstante, otros especulan la posibilidad de escribir un libro donde se describen los pormenores de angustia vividos.

Por el momento, nada más se comenta. Hemos asistido a un Reality Show que posibilitó aumentar las ganancias de las cadenas televisivas. La otra realidad, la que viven millones de personas pobres en el llamado tercer mundo y que no excluye a otros millones de almas sobre la superficie de Chile, no está a la disposición de las cámaras.

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