lunes, 14 de febrero de 2011

La caja de los sueños



Raúl San Miguel

Ilustración: Vicente Hernández (artista de la plástica, Batabanó, Cuba)

“Todo niño guarda consigo una caja de sueños, para cuando ya es adulto poder esparcirlos en el viento y contarlos.” (Samuel Ponce)

Para Laura y Raúl (mis hijos).

Hace unos minutos recibí una llamada. Oportuna llamada a mi oficina. En ella viajaba la más hermosa de las voces que he escuchado. No exagero. Sobre todo porque me comentaba que la había hecho llorar cuando leyó la crónica que escribí bajo el título: “La caída de un ángel y la muerte de la inocencia”. Sé que, del otro lado de la línea, los hermosos y almendrados ojos de mi hija Laura tendrían retenida la imagen que me provocó escribir sobre esos niños que viven el desamparo provocado por el “olvido” de los gobiernos. Solo que esta vez, como me ocurre, siente esa niñez mucho más cercana porque esa realidad ya no le es ajena.

“¿Te acuerdas pá? _me dijo_ cuando nos contabas cuentos para que riéramos. Nunca te confesé algo: soñaba después lo que contabas y parecía real.”

Lo que no imaginaba Laura es que apenas hacía unos minutos concluía un relato para otros niños: “El tesoro de los pececitos azules” que dediqué. Uno, es bien conocido para ella, aunque solo le ha visto en fotos, y del cual guarda la imagen impresa entre los “tesoros” más preciados de su cuarto. Fue, entonces, que le comenté. Sentí su presencia más fuerte y respiré el olor dulzón de los helechos que crecen en su jardín, aunque siguen teniendo el misterio de tan increíble perfume, de sus canciones escritas en papel sin pauta.

Después, como si entendiera mi silencio, raro silencio, me leyó un fragmento de un libro dedicado, en enero de este año, por mi compañera Nora Salas. Fue suficiente para recordar aquella letra cursiva y pequeña en la cual la admiradora de Severino, un revolucionario anarquista, me recomendaba compartir el espacio que ahora tenemos (compartimos) Laura y Raúl. Espacio desde el cual puedo velar sus sueños y hasta intentar tocarlos; pero si no me creen, también puedo verlos.


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