lunes, 21 de julio de 2014

Entre el insomnio y el desvelo







(...) , a.m.
“Amanece en la oscuridad sempiterna
Un hilo de luna me grita: ¡Despierta!
el desvelo es la condena
cuando los duendes de la madrugada
acechan                  
como sombras
sobre las palabras,
acechan,
devoran los minutos
en las horas muertas,
me condenan al desvelo
en la oscuridad eterna”.
RSM

Busqué entre los libros y encontré Hablar de Gramsci, editado por la Cátedra de Estudios Antonio Gramsci, del Centro de Cultura y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, leí: “Al pensar en Gramsci, se me impone ante todo esa dignidad profunda, y viene a mi mente una idea de Fitchte (Johann Gottlieb Fitchte) que repetía un viejo profesor. Decía aquel, poco más o menos, que si en un solo hombre el pensamiento y la acción se funden en un todo único, en ese hombre, y solo en él, la Filosofía ha cumplido su misión. No es necesario demostrar, en este sentido, que la Filosofía cumplió su misión en Gramsci, cuya vida representa todo un paradigma ético.
“Se piensa como se vive”, expresa la conocida máxima, y no le falta razón. Pero no menos cierta es la aseveración contraria: “Se vive como se piensa”; no como se dice pensar, sino como realmente se piensa. En sentido riguroso, el pensamiento es el modo de acción del ser humano, la serie de sus actos. “Por sus frutos los conoceréis” –dice la máxima bíblica. El pensamiento de Gramsci es la serie de sus actos, su obra toda, en primer lugar, su obra como revolucionario, la obra de un comunista que encarna la idea que él preconiza del intelectual orgánico, aquel que late con el corazón de su clase y de su pueblo; distante, como una galaxia de otra, del intelectual institucionalizado o de academia. Son conocidos el esfuerzo y las energías que dedicó a la creación del Partido Comunista de Italia. Si su rostro era pálido como el de algunos intelectuales institucionalizados, las sombras de la cárcel fueron culpables de ello.
Gramsci es uno de los hombres infinitos del pensamiento comunista de nuestro siglo. Subrayo esta determinación decisiva --la de comunista-- porque tampoco Gramsci ha escapado del desdibujamiento  político y académico de la gran tormenta contrarrevolucionaria que nos azota. Todos conocemos los abusos que se hacen en su nombre, allí donde el pensamiento hegemónico no ha podido silenciarlo del todo, o ha preferido, a través de sus teóricos de cierta izquierda resbaladiza, mellarle todos los filos anticapitalistas y enrumbarlo, no solo contra consabidos vicios antidemocráticos de la experiencia histórica de construcción socialista, sino contra el propio ideal comunista, hasta convertirlo en un muñeco funcional al sistema de dominación burgués.”
Después de leer la presentación del libro, escrita por Rubén Zardoya Loureda, había pasado, al menos una hora. No podía borrar el desvelo y decidí buscar la causa del insomnio entre las páginas del volumen Poesía de Dulce María Loynaz, de la edición centenario (1902-2002), de la Biblioteca de Literatura Cubana.

No miré el reloj, ¿Para qué…?

Leí:

Nocturno (en la pp.53)

“La noche es redonda: Se enrosca
sobre sí misma. Y sobre sí gira tanto que se
le ha hecho un vacío en el centro.
tanto se ha pulido la noche,
que si alguien resbalara en ella
caería sin un asola arista de que asirse…
                                                                   Noche:
Embudo, remolino de
paredes de agua contenida,
bostezo negro de la Esfinge.
Noche… En ti se apagan las rosas,
se quiebra el mar desencajado
por la luna, se hunden los siglos.
Tú eres la que nos hace trampas
de luz con las estrellas muertas.
Tú eres la que se toca húmeda
en las alas de los murciélagos…
Noche, gelatina de luna
gris que se escurre entre los dedos…
Noche de las puertas cerradas
y del gato erizado… ¡Noche
del mundo repulida y cóncava--,
la noche sin caminos!... O
con un solo camino
en redondo: El trágico camino de la circunferencia…

(Poesía. Dulce María Loynaz)

A esa altura de mi desvelo aún no había descubierto la causa del insomnio y
habían pasado, al menos dos horas desde que desperté, asediado por los recuerdos el bullicio oscuro de los madrugadores, los chismes que se contaban –casi en susurro– las hormigas de una colonia ancestral al sur de mi ventana evocando un no sé qué de una pareja de humanos que produjo una explosión demográfica, por inducción, entre sus congéneres.

Afuera la ola de calor se ha detenido sobre el techo de mi habitación, pero no es la temperatura lo que interrumpió mi sueño.
Después de haber leído, arriba, a Gramsci, también pienso que el tiempo se vive de una manera diferente, según las lecturas también puede establecerse una relación espacio-tiempo. Entonces, comprendí que tampoco la Loynaz me dio la clave del porqué permanecía despierto, ni qué pensamientos boceteaban ideas vagantes dentro de mi cabeza. La imagen de una niña palestina destrozada por las bombas de Israel. Escribí:

Húmeda la boca:
solloza un beso
en los ojos, la palabra
es una súplica.
La palabra quedada
como la hoja de un árbol,
negada a caer
La palabra quedada
Como una semilla negada a germinar,
la palabra quedada sin la voz
que me despierta.
La palabra quedada después del letargo-silencio
y dice: escúchame,
no has muerto.
Anda,
Lucha,
Vive
porque solo muere el recuerdo que no late,
en un pensamiento nuevo.
Anda,
Vive,
Lucha.
Levanta en tus manos,
la palabra que despierta en la voz,
de tus hermanos muertos.

(RSM).


Dejé el bolígrafo dispuesto a renunciar al desvelo, al insomnio, pero regresé por el volumen de Dulce María Loynaz, diez páginas atrás. Sentí que habían pasado minutos como si fueran años y leí, al azar, en la página 43:

La extranjera

(...)

No era bueno quererla...
Adormecía con su voz lejana,
con sus palabras quietas
que caían sin ruido, semejantes
a escarcha ligera
de marzo en las primeras
rosas, sin deshojar
los pétalos...
Alguien por retenerla
quiso hacer de toda su vida
un lazo...Un solo lazo fuerte y duro...
Ella
con sus frágiles manos rompió el lazo
que era lazo de vida...

(A veces, nieblas
de otro país pasaban por sus ojos...)

No era bueno quererla.

(Poesía. Dulce María Loynaz)     

A esta hora, ya habían pasado al menos tres siglos, y el amanecer afloraba en el silencio fresco que precede al nacimiento de las rosas. Entonces encontré el motivo del desvelo y la causa del insomnio, no su causa exacta que nunca puede determinarse con precisión (sin temor a ser absoluto). Entonces descargué la ira de mi insomnio y desvelo, en la imagen que observo en algunos perfiles de la Internet: de quienes tejen una malla edulcorada para atraparnos, sumergirnos y ahogarnos en la gran tormenta que nos azota (en las redes sociales). Escribí:

(...), encontró la imagen perfecta:
La colgó a su espalda y gritó
desde la herida, profunda, abierta
un surtidor blanquecino, difuso
(...)
y, espero, atenta,
entre gemidos onomatopéyicos
sus palabras (...)
verde entorno y espeso recinto,
su trampa epódica
su naturaleza (...)
y esperó,(...)


Él, oteando el horizonte
como un animal que acecha,
desde su hambre inconexa
dispuesto a llorar su miseria,
(...), exhibe (por compromiso) la imagen
                                                                              /sin primavera,
(...),
y en el rostro de pez-luna,
la mirada prisionera.
(...)
Él, y ella, tendidos,
en la impertinente espera,
acechan (...),
acechan.

RSM.

"Desperté" del letargo cuando el sol comenzaba a explorar los contornos de la habitación. Fue que descubrí que debía dar una nueva vuelta al reloj de arena.  Afuera parecía que el tiempo se había agotado.


Óleos de Vicente Bonachea.



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