Cuando:
“…lo hermoso nos cuesta la vida” (S.R)
La
canción del elegido.
Raúl
San Miguel
Texto basado
e inspirado en la fotografía del boliviano Wilfredo Limachi
Foto de Wilfredo Limachi, publicada en el sitio Cubadebate
El
ruido de las piedras bajo sus pies, en el camino, es perceptible a sus oídos,
acostumbrados a escuchar la vida desde que despierta, incluso más allá del sueño
en la madrugada. Valentina es como todas las mujeres que crecieron frente a la
mirada del Illimani, desde el principio de los sueños que legaron nuestros
ancestros. Su figura, recortada sobre el horizonte, fue el tesoro que descubrió
su hijo Wilfredo Limachi. Tenía en sus manos mucho más que una fotografía. Las
palabras de la progenitora tienen el efecto profundo de la voz del Iguazú,
cuando llama a su hija Arco Iris, con sus hermosos cabellos fluyentes del río
Paucerna, sobre la meseta Caparuch.
“¿Y
ahora, de qué sirve que haya llegado, esa foto, a Europa, a Estados Unidos?”,
preguntó Valentina, la madre de Limachi, según reprodujo el joven en su
Facebook, días después de publicar la imagen (tomada en el mes de octubre). “¡Espere
Madre!, yo no quiero lucro, eso no me entendió. Yo quiero que cambie su
situación y la de todas las mujeres, y para ello, tengo un sueño que no le
puedo contar ahora…”, respondió. “Sabes que en todo, siempre te voy a apoyar
hijo…” Lo hizo como hacen las madres, con esa mirada de bondad y aprobación, en correspondencia con la enseñanza que ofreció a su hijo. No es como los que pretenden apropiarse de la fotografía con fines comerciales. Su Limachi se alza como el Illimani, en el orgullo de los bolivianos y bolivianas.
Comparto
el sueño de Limachi, tanto como su frase evoca al de Martin Luther King Jr. (Premio Nobel de la Paz, en 1964), en
el país donde otro grande de Latinoamérica y del mundo, el Comandante Ernesto
Guevara de la Serna, el Che, cumplió su deseo de cambiar su existencia
combatiendo por el sueño de millones y fue asesinado por fuerzas del ejército y
un comando especial de la CIA, en una escuelita de la Higuera, en Bolivia,
también en un mes de octubre, pero de 1967.
Deseo
que la imagen tomada diga a millones, lo que exactamente, significa para muchos
millones de mujeres en todo el mundo que están obligadas a llevar sobre sí, el sacrificio de enfrentar
cada día las diferencias que representa colocar en la mesa el sustento para sus
hijos, la enorme carga de alimentar la vida de muchos millones de niños y niñas
que no pueden ir a la escuela porque deben apoyar a sus padres con el trabajo,
a millones de mujeres que como Valentina, sostienen sobre sus cuerpos el peso
ardiente de las mismísimas entrañas de todos los montes que se alzan sobre la
Pachamama.
Es una suerte poder compartirlo, el contenido de ese sueño en la inmensa fotografía de una mujer de Nuestra América.
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