Raúl San Miguel
Ilustración SAMUEL
“ha pasado que un
hombre
se convierte en palabras.
Ha pasado que historia
se convierte en palabras,
ha pasado que el mundo
se convierte en palabras,
ha pasado que todo se convierte en palabras,
palabras, palabras, palabras a granel”. (S.R)
se convierte en palabras.
Ha pasado que historia
se convierte en palabras,
ha pasado que el mundo
se convierte en palabras,
ha pasado que todo se convierte en palabras,
palabras, palabras, palabras a granel”. (S.R)
El cantinfleo es una palabra que refiere la forma de
expresarse de un personaje de películas: Cantinflas, en un decir, sin decir al
estilo más genuino del Sancho del Quijote sin Panza. En este sentido es bueno
recordar que, a veces, recibimos estas respuestas con el jugueteo de palabras
para conformar un mensaje sin código aparente. Claro está, la encomienda de
responder puede venir anillo al dedo si logramos coger el toro por los cuernos.
Precisamente he visto, por estos días, esa suerte de textículos (me abrogo esa
palabra que juego con el texto y lo demás), de quien es tan primate, homo,
simio, sapiens, como el que suscribe; por supuesto, y trato de responder con el
tono que imploró una catedrática de lengua española (europea, por demás) al
chofer de un ómnibus en La Habana, allá por los años ochenta. “¡Asere, monina,
por favor, puede detener el vehículo!”, la gente la miró como a un bicho raro y
quizá (la misma gente, en la guagua) se preguntó: ¿De qué planeta viene esta…? ¡Pues de
este mismo señor...!, es la respuesta. La profesora de la Facultad de Artes y Letras de la
Universidad de la Habana, desconocía la jerga callejera y creyó que el chofer,
en cuestión, se llamaba Asere y el apellido, supongo, Monina.
A esta altura de mi texto, quien lee no sabe a dónde voy.
Respondo: Cantinfleo. ¡Nada más! Y lo
hago no para hacer reír, ni mucho menos reflexionar. El cantinfleo es una especie
de soliloquio, un lenguaje para decirse a sí mismo frente a un interlocutor que
se queda botao, como decimos los cubanos. Cantinflamos cuando no deseamos que se entienda lo
que decimos, en forma directa. Entonces dejamos a la buena de que se interprete lo que se le venga en ganas.
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