viernes, 4 de marzo de 2011

¿Qué pasará después?




Raúl San Miguel

Foto: Tomada de la Internet

Las nuevas amenazas y preparativos de una agresión norteamericana contra Libia forman parte de la estrategia de Washington para ocupar posiciones territoriales en el Oriente Medio. De esta manera el presidente Barack Obama, responde a la proyección de una política exterior basada en la recuperación del liderazgo de Estados Unidos al frente de sus aliados (léase, además, OTAN) en las coaliciones imperiales para obtener y ocupar nuevos territorios en la consiguiente repartición del mundo.

Así lo confirmó el propio señor Barack, durante su campaña por la presidencia y en la cual trazó los objetivos de su administración en cuanto a un “cambio” que mejoraría la posición de las tropas estadounidenses en las naciones ocupadas y se esforzaría por eliminar las imágenes de horror que rodeaba a cada uno de los soldados estadounidenses involucrados en estos conflictos bélicos.

Nada puede dudar la capacidad del consejo asesor del señor Barack para trazar estrategias pensadas sobre la base de las campañas mediáticas y las formas de evitar que la opinión mundial centre su atención en una cuestión específica como por ejemplo, la situación generada en Iraq o Afganistán. Van mucho más allá. Han prendido el “fuego”, en prácticamente todo el mundo como una condicionante elemental. No han dejado a un lado la influencia de asuntos para distraer la atención, desinformar, confundir y establecer patrones de conducta en quienes acceden a los reportes periodísticos diseminados en un océano ciberespacial minado por sus plataformas de bombardeo mediático.

De esta manera naufragamos en la densa marea provocada por wikileaks y, más confundidos aún, millones de personas apenas pueden advertir que “han despertado las fumarolas del infierno” en diferentes zonas: Irán, Egipto, península coreana, entre otras verdaderas zonas de tensión global creadas bajo la supervisión de los servicios de inteligencia asociados al Estado Mayor del ejército de Estados Unidos.

Así lo confirma el hombre que prometió al mundo y al pueblo norteamericano un cambio en la política exterior de la Casa Blanca. Por supuesto, reitero, su equipo asesor de prensa y publicidad ha tenido el mérito de utilizar cada resorte en la proyección de una “nueva” imagen de Washington que posibilité alcanzar nuevas posiciones en su propósito de dominar los recursos energéticos y mantener su hegemonía en el mundo.



El presidente Barack Obama ha dado, hace unas horas, instrucciones para el despliegue de “asistencia humanitaria• en la frontera libia, ante la huida de “decenas de miles de personas” del país. De inmediato, el mandatario norteamericano, ordenó que el presidente libio Muamar el Gadafi, debe abandonar el poder y señaló: “Gadafi ha perdido su legitimidad y por tanto debe abandonar”. El líder libio se encuentra “en el lado equivocado de la Historia”. Por supuesto, no entraré en el análisis que le corresponde hacer al pueblo de Libia; sin embargo me preguntó: ¿De qué lado de la historia se encuentra el presidente de los Estados Unidos? ¿Dónde ocultó su agenda repleta de compromisos edulcorados para alcanzar la posición que actualmente asume en la Oficina Oval? Por supuesto no las podría responder. El señor Barack es solo una carta de juego en el gran Poker que juegan los del Tea Party. Es una ficha de cambio, no es siquiera un jugador.

Es por eso que, recuerdo las presiones (el pasado año) de los miembros del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, el señor presidente Obama ha autorizado el uso de aviones militares y civiles estadounidenses para el traslado a sus países de ciudadanos extranjeros que hayan huido de Libia. Comienza la evacuación y trazado de zonas de exclusión aérea y marítima.

Asimismo, ha dado instrucciones para el despliegue de asistencia humanitaria en la frontera libia, ante la huida de “decenas de miles de personas” de un país donde el Gobierno continúa con el uso de la violencia para reprimir la rebelión que se vive en el país. De esta forma se ha colocado en el “lado de la historia” que le corresponde asumir en su misión de comandante de las fuerzas imperiales. Pongo a consideración de los amigos de este blog, el reciente análisis realizado por el líder histórico de la Revolución cubana, Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz. De esta forma habría que preguntarse en cuanto a la errática e incendiaria estrategia de ocupación mundial que traza el gobierno de los Estados Unidos: ¿Qué pasará después?


LA GUERRA INEVITABLE DE LA OTAN (Segunda parte)





Fidel Castro Ruz

Cuando Gaddafi, coronel del ejército libio, inspirado en su colega egipcio Abdel Nasser, derrocó al Rey Idris I en 1969 con solo 27 años de edad, aplicó importantes medidas revolucionarias como la reforma agraria y la nacionalización del petróleo. Los crecientes ingresos fueron dedicados al desarrollo económico y social, particularmente a los servicios educacionales y de salud de la reducida población libia, ubicada en un inmenso territorio desértico con muy poca tierra cultivable.
Bajo aquel desierto existía un extenso y profundo mar de aguas fósiles. Tuve la impresión, cuando conocí un área experimental de cultivos, que aquellas aguas, en un futuro, serían más valiosas que el petróleo.
La fe religiosa, predicada con el fervor que caracteriza a los pueblos musulmanes, ayudaba en parte a compensar la fuerte tendencia tribal que todavía subsiste en ese país árabe.
Los revolucionarios libios elaboraron y aplicaron sus propias ideas respecto a las instituciones legales y políticas, que Cuba, como norma, respetó.
Nos abstuvimos por completo de emitir opiniones sobre las concepciones de la dirección libia.
Vemos con claridad que la preocupación fundamental de Estados Unidos y la OTAN no es Libia, sino la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe que desean impedir a cualquier precio.
Es un hecho irrebatible que las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados de la OTAN con Libia en los últimos años eran excelentes, antes de que surgiera la rebelión en Egipto y en Túnez.
En los encuentros de alto nivel entre Libia y los dirigentes de la OTAN ninguno de estos tenía problemas con Gaddafi. El país era una fuente segura de abastecimiento de petróleo de alta calidad, gas e incluso potasio. Los problemas surgidos entre ellos durante las primeras décadas habían sido superados.
Se abrieron a la inversión extranjera sectores estratégicos como la producción y distribución del petróleo.
La privatización alcanzó a muchas empresas públicas. El Fondo Monetario Internacional ejerció su beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones.
Como es lógico, Aznar se deshizo en elogios a Gaddafi y tras él Blair, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y hasta mi amigo el Rey de España, desfilaron ante la burlona mirada del líder libio. Estaban felices.
Aunque pareciera que me burlo no es así; me pregunto simplemente por qué quieren ahora invadir Libia y llevar a Gaddafi a la Corte Penal Internacional en La Haya.
Lo acusan durante las 24 horas del día de disparar contra ciudadanos desarmados que protestaban. ¿Por qué no explican al mundo que las armas y sobre todo los equipos sofisticados de represión que posee Libia fueron suministrados por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros ilustres anfitriones de Gaddafi?
Me opongo al cinismo y a las mentiras con que ahora se quiere justificar la invasión y ocupación de Libia.
La última vez que visité a Gaddafi fue en mayo de 2001, 15 años después de que Reagan atacó su residencia bastante modesta, donde me llevó para ver cómo había quedado. Recibió un impacto directo de la aviación y estaba considerablemente destruida; su pequeña hija de tres años murió en el ataque: fue asesinada por Ronald Reagan. No hubo acuerdo previo de la OTAN, el Consejo de Derechos Humanos, ni el Consejo de Seguridad.
Mi visita anterior había tenido lugar en 1977, ocho años después del inicio del proceso revolucionario en Libia. Visité Trípoli; participé en el Congreso del Pueblo libio, en Sebha; recorrí los primeros experimentos agrícolas con las aguas extraídas del inmenso mar de aguas fósiles; conocí Bengasi, fui objeto de un cálido recibimiento. Se trataba de un país legendario que había sido escenario de históricos combates en la última guerra mundial. Aún no tenía seis millones de habitantes, ni se conocía su enorme volumen de petróleo ligero y agua fósil. Ya las antiguas colonias portuguesas de África se habían liberado.
En Angola habíamos luchado durante 15 años contra las bandas mercenarias organizadas por Estados Unidos sobre bases tribales, el gobierno de Mobutu, y el bien equipado y entrenado ejército racista del apartheid. Éste, siguiendo instrucciones de Estados Unidos, como hoy se conoce, invadió Angola para impedir su independencia en 1975, llegando con sus fuerzas motorizadas a las inmediaciones de Luanda. Varios constructores cubanos murieron en aquella brutal invasión. Con toda urgencia se enviaron recursos.
Expulsados de ese país por las tropas internacionalistas cubanas y angolanas hasta la frontera con Namibia ocupada por Sudáfrica, durante 13 años los racistas recibieron la misión de liquidar el proceso revolucionario en Angola.
Con el apoyo de Estados Unidos e Israel desarrollaron el arma nuclear. Poseían ya ese armamento cuando las tropas cubanas y angolanas derrotaron en Cuito Cuanavale sus fuerzas terrestres y aéreas, y desafiando el riesgo, empleando las tácticas y medios convencionales, avanzaron hacia la frontera de Namibia, donde las tropas del apartheid pretendían resistir. Dos veces en su historia nuestras fuerzas han estado bajo el riesgo de ser atacadas por ese tipo de armas: en octubre de 1962 y en el Sur de Angola, pero en esa segunda ocasión, ni siquiera utilizando las que poseía Sudáfrica habrían podido impedir la derrota que marcó el fin del odioso sistema. Los hechos ocurrieron bajo el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos y Pieter Botha en Sudáfrica.
De eso, y de los cientos de miles de vidas que costó la aventura imperialista, no se habla.
Lamento tener que recordar estos hechos cuando otro gran riesgo se cierne sobre los pueblos árabes, porque no se resignan a seguir siendo víctimas del saqueo y la opresión.
La Revolución en el mundo árabe, que tanto temen Estados Unidos y la OTAN, es la de los que carecen de todos los derechos frente a los que ostentan todos los privilegios, llamada, por tanto, a ser más profunda que la que en 1789 se desató en Europa con la toma de la Bastilla.
Ni siquiera Luis XIV, cuando proclamó que el Estado era él, poseía los privilegios del Rey Abdulá de Arabia Saudita, y mucho menos la inmensa riqueza que yace bajo la superficie de ese casi desértico país, donde las transnacionales yankis determinan la sustracción y, por tanto, el precio del petróleo en el mundo.
A partir de la crisis en Libia, la extracción en Arabia Saudita se elevó en un millón de barriles diarios, a un costo mínimo y, en consecuencia, por ese solo concepto los ingresos de ese país y quienes lo controlan se elevan a mil millones de dólares diarios.
Nadie imagine, sin embargo, que el pueblo saudita nada en dinero. Son conmovedores los relatos de las condiciones de vida de muchos trabajadores de la construcción y otros sectores, que se ven obligados a trabajar 13 y 14 horas con salarios miserables.
Asustados por la ola revolucionaria que sacude el sistema de saqueo prevaleciente, después de lo ocurrido con los trabajadores de Egipto y Túnez, pero también por los jóvenes sin empleo en Jordania, los territorios ocupados de Palestina, Yemen, e incluso Bahrein y los Emiratos Árabes con ingresos más elevados, la alta jerarquía saudita está bajo el impacto de los acontecimientos.
A diferencia de otros tiempos, hoy los pueblos árabes reciben información casi instantánea de los sucesos, aunque extraordinariamente manipulada.
Lo peor para el estatus quo de los sectores privilegiados es que los porfiados hechos están coincidiendo con un considerable incremento de los precios de los alimentos y el impacto demoledor de los cambios climáticos, mientras Estados Unidos, el mayor productor de maíz del mundo, gasta el 40 por ciento de ese producto subsidiado y una parte importante de la soya en producir biocombustible para alimentar los automóviles. Seguramente Lester Brown, el ecologista norteamericano mejor informado del mundo sobre productos agrícolas, nos pueda ofrecer una idea de la actual situación alimentaria.
El presidente bolivariano, Hugo Chávez, realiza un valiente esfuerzo por buscar una solución sin la intervención de la OTAN en Libia. Sus posibilidades de alcanzar el objetivo se incrementarían si lograra la proeza de crear un amplio movimiento de opinión antes y no después que se produzca la intervención, y los pueblos no vean repetirse en otros países la atroz experiencia de Iraq.
Final de la Reflexión.

Fidel Castro Ruz
Marzo 3 de 2011
10 y 32 p.m.

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